Reflexión Teológica - La identidad Cristiana
- implapintanaolivar
- 10 may 2024
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 10 jul 2024

Autor: Giovani Zamorano Parada.
INTRODUCCIÓN
El concepto de identidad podríamos definirlo de la siguiente manera:
“La creación narrativa virtual por el “action of imagination “ del completo permanecer-idéntico-consigo-mismo de un ente en su conciencia-memoria en todas las modificaciones de su existencia temporal (accidentes), con fundamento en su esencia-texto resistente al tiempo, de manera que siempre y en todas partes se manifiesta a sí mismo como el mismo en distinción al otro, y por esta razón puede ser como tal identificable”. En palabras mas sencillas, es la esencia de algo o alguien que se mantiene identificable aun en medio de los cambios producto del paso del tiempo.
Ahora, podrimos cambiar “ente” por “cristianismo” y entonces “cristianismo” consistiría en ese completo permanecer-idéntico-si-mismo a través de los cambios en su existencia temporal e histórica en el tiempo, de manera que siempre y en todas partes se manifiesta a sí mismo como el mismo, en distinción al otro, y por esta razón puede ser como tal identificable a pesar del continuo cambio”.
El Origen de la identidad
Lo que le permite entonces al cristianismo seguir siéndolo, es su virtual texto-esencia, o su “propium” mantenida en el tiempo. Luego ese tiempo de “mantener” necesariamente tiene relación en este caso con un comienzo, un origen. Podríamos decir entonces que el cristianismo se mantiene por la perseverante fidelidad a la narrativa normatividad de los orígenes durante el tiempo. En esta normatividad de los orígenes ya se pensaba en la literatura del nuevo testamento, como por ejemplo en Lc. 1,2 o 1 Jn. 1,1 y sobre todo 1 Jn. 2,24 (Lo que desde el principio habéis oído, procurad que permanezca en vosotros). La conexión entre “Principio: “ἀρχῆς: Arje” y “permanecer: “ μενέτω: permanezca” estriba en que permanecer está estrechamente ligado con el comienzo, pues no hay una sin la otra.
El Origen extraviado
En 2 Jn. 1:9 al creyente extraviado se le denomina extrañamente “el progresista” de προάγων: caminar delante o como uno que “va más allá”, que se completa con la frase de participio “el que no permanece”, lo que da a entender que su avance le ha extraviado, pues no permanece (en la doctrina de Cristo), en consecuencia, ha perdido su identidad ya que no logra conectar “A calce ad cárcerem”, de (su) fin a su principio.
La identidad cristiana arraigada en la doctrina inicial de Cristo
Por otro lado, el genitivo “τοῦ Χριστοῦ: tou Xristou” debe ser interpretado como un genitivo objetivo, lo que indica que al autor le interesa la “doctrina de Cristo”, lo que obtenemos entonces es que “comienzo” es identificable con “la doctrina inicial sobre Cristo”. Entonces la identidad cristiana seria el mantener el comienzo o “contenido de doctrina inicial de Cristo” o la cristología transmitida que tiene su origen en los testigos presenciales apostólicos (1 Jn 1,1-3). La consecuencia es clara, “no hay identidad “cristiana” cuando tiene lugar la pérdida del comienzo”.
Para el escritor de las cartas, el comienzo parte de una cristología más bien desarrollada, para él. El centro del comienzo tiene los siguientes elementos: Jesus es el Cristo hecho carne (1 Jn. 4,2; 2 Jn. 2:7), que vive en comunión con el Padre ( 1 Jn. 2:23) , es necesario confesar que ha venido en carne , sino tal espíritu no es de Dios ( 1 Jn 4, 2b).
Esa venida en carne parece ser un punto transversal en el pensamiento del escritor, pues al delimitar su doctrina, este hace hincapié en la necesidad de que tal cristología original esté conectada al Jesús de la historia, o al “venido en carne”, ya que sin tal conexión hay una pérdida de la identidad misma. Esto nos lleva a considerar que lo cristológico, considerado tan solo en sí mismo, no es específicamente cristiano si no está conectada al “venido en carne”. Este “venido en carne” es el punto central que permite mantener la identidad cristiana a pesar de todas y cada una de las construcciones cristianas ideológicas, sociales, políticas, etc, y las construcciones figurativas del mismo personaje central, el “venid en carne”, Jesús.
CONCLUSIÓN
Debemos entonces acudir al comienzo, el hecho de que Dios Hijo, se ha encarnado y ha venido a habitar con su creación y desde ese comienzo sacar a luz y configurar la identidad cristiana, la cual sin perder su origen, puede mantener su identidad frente a todo desplazamiento o progresismo incrustado en el tiempo. Para ello es necesario acudir al origen del mensajero y el mensaje.
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