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La Soberanía de Dios I

Actualizado: 10 jul 2024


Autor: Giovanni Zamorano


La Revelación de las escrituras presume de Dios y lo proclama. En particular, la revelación proclama un Dios soberano que reina sin limitación ni competencia. Así la médula de la teología reformada es la soberanía de Dios, la soberanía personal del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En esto la Confesión, el Catecismo Mayor y Menor de Westminster glorifican a Dios y lo disfrutan. Al hacerlo, se hacen eco de un catecismo compuesto por Calvino mucho antes donde nos dice:


¿Cuál es el fin principal de la vida humana? Conocer a Dios. ¿Por qué dices eso? Porque Él nos creó y nos puso en este mundo para ser glorificados en nosotros… ¿Cómo le honramos correctamente? Ponemos toda nuestra confianza en Él, sirviéndole en obediencia a Su voluntad, invocándole en toda nuestra necesidad, buscando la salvación y toda cosa buena en Él, y reconociendo con el corazón y la boca que todo nuestro bien procede de Él”[1].


En estas pocas líneas intentaremos adentrarnos en la riqueza del conocimiento de nuestro Dios Soberano, riqueza inextinguible que nos ayudara a volcarnos en una conciencia correcta para adorar a Dios como es debido, tal como nos invita Pablo en su Carta a los Romanos a rendirle un “culto racional”[2], es decir, no solamente desde nuestras emociones sino también con nuestra mente, teniendo claro a quien realmente estamos adorando.



Definición de la Soberanía Divina


A.    Providencia y Soberanía

Las Sagradas Escrituras por todos sus contornos deja entrever la soberanía divina. Nos instruye Calvino sobre la necesidad de las escrituras: “es necesario que haya otro medio, y más apto, que derechamente nos encamine y haga conocer a quien es Creador del universo”[3]. De la calidad de Dios como creador de todas las cosas que nos revelan las Sagradas Escrituras, se desprende que él es el Señor y Dueño de su creación y quien la sustenta en su ser, por lo que es necesariamente soberano. Por tal razón, cuando decimos que Dios es soberano, afirmamos su derecho a gobernar lo creado, que Él ha hecho para su propia gloria.


La Teología muy tempranamente ha visto la soberanía divina dentro de otro concepto mucho más amplio que es el de la Providencia. Aunque en la patrística no se da una definición exacta de este término ni del de soberanía, se pueden encontrar algunas declaraciones sobre ella como por ejemplo en la Epístola de Clemente que nos cuenta lo siguiente:


“Los cielos son movidos según sus órdenes y le obedecen en paz. Día y noche realizan el curso que Él les ha asignado, sin estorbarse el uno al otro. El sol y la luna y las estrellas movibles dan vueltas en armonía, según Él les ha prescrito, dentro de los límites asignados, sin desviarse un punto. La tierra, fructífera en cumplimiento de su voluntad en las estaciones apropiadas, produce alimento que es provisión abundante para hombres y bestias y todas las criaturas vivas que hay en ella, sin disentir en nada, ni alterar nada de lo que Él ha decretado…”[4].


Otros padres de la Iglesia como Orígenes, Cipriano, Juan Damasceno por nombrar algunos, siguen en la misma línea, pero es Tomas de Aquino quien sintetiza este concepto y lo desarrolla en su Suma Teológica.


Tomas hace una distinción entre Providencia Divina y Gobierno Divino. Llama Providencia a la razón de orden de lo creado a un fin y Gobierno a la ejecución de ese orden creado para cumplir ese fin[5]. Precisamente este ejercicio de poder para llevar a la creación a su fin determinado, se le denomina soberanía. Dios es soberano en el ejercicio de su gobierno. De esta descripción se deducen 3 aspectos generales de la soberanía:


A.1. Propiedad: Variados textos indican que todo le pertenece a Dios: (Deut. 10:14; Sal 89:11; Sal 24:1).


A.2. Autoridad: Esto indica el derecho absoluto de Dios de imponer su voluntad sobre todo lo creado, voluntad denominada por los teólogos como Decretiva y Prescriptiva (2 Cro. 2:50; Lc. 21:18).


A.3. Control: Ya que Dios mismo en su soberana voluntad ha decretado todo lo que sucederá, toda la creación está en perfecto control caminando hacia el fin establecido por Dios (Job 12:10; Is. 41:4).

                                     

Características de la Soberanía Divina


La Soberanía como parte de todos los atributos divinos

W. Pink nos dice que “Decir que Dios es soberano es declarar que Dios

es Dios”[6], y precisamente la soberanía divina surge desde las mismas perfecciones de Dios. Dios en todos y cada uno de sus atributos es soberano. Como nos dice Hodge: “La infinita sabiduría, bondad y poder, con el derecho de posesión que le pertenece a Dios en cuanto a todas sus criaturas, son el fundamento inmutable de su dominio”[7].


B.    Los Atributos de Dios muestran su calidad Soberana


B.1. Dios es Soberano en el ejercicio de su poder: Las sagradas escrituras nos enseñan que siempre ejerce tal poder como él quiere. Por ejemplo, uso su poder para liberar a Israel de manos de los egipcios, en la huida con su poder abrió el mar rojo liberando a su pueblo del vituperio.  Sin embargo, en cambio otros sufrieron estos vituperios, azotes, prisiones y cárceles, como lo declara la misma escritura en Hch. 11:36, 37.


B.2. Dios es soberano en el ejercicio de su misericordia: Dios otorga sus misericordias a quien Él quiere y puede retenerlas según sea su voluntad. Moisés suplico misericordia por su acto de desobediencia, sin embargo, esta le fue negada (Dt. 3:26). Al contrario, a Ezequías concedió su misericordia al otorgarle más años de vida (2 R. 20:1-6).


B.3. Dios es soberano en el ejercicio de su amor: Pablo en (Ro. 9:13) nos muestra que Dios amo a Jacob, sin embargo, no amo a Esaú, y esto mismo ocurre a los elegidos. Sus elegidos son amados por él, no así aquellos que han sido preordenados a su ira (Ef. 2:3).  Con estos ejemplos entendemos que la razón del amor de Dios no está basada en nosotros, sino en Dios mismo y su propio placer soberano (Ef. 1:3-5).


B.4. Dios es soberano en el ejercicio de su gracia: Por definición la gracia como favor inmerecido no es exigible por nadie como su derecho propio. Por ser un regalo compete solo a Dios el otorgarlo y él lo otorga a quien desee. Así Dios otorgó su gracia salvífica solo a quienes eligió, y solo ellos pueden disfrutar de sus beneficios, pues Pablo dirá, “no es de vosotros, pues es don de Dios” (Ef. 2-8-9).


C.    La Soberanía de Dios es universal

La soberanía divina es extensible a todo lo creado desde lo más ínfimo a lo más grande. Toda la creación está subordinada a su soberanía y no hay nada ni nadie que escape a ella (Sal. 50:11).


D.    La Soberanía de Dios es absoluta

Su soberanía no tiene ni se le puede poner límite alguno. Dios siempre hace según su voluntad, tanto en el cielo como en la tierra, esto delata su posición (Dios es el Ser principal en el universo) y su poder (Dios es supremo en poder en el universo). La Confesión fe de Westminster en consonancia con esto declara: “que hace todas las cosas según el consejo de su propia voluntad, que es inmutable y justísima, y para su propia gloria”[8].


E.    La Soberanía de Dios es inmutable

La voluntad de Dios es completamente inmutable. Nuevamente Tomas de Aquino nos dice que, ya que la sustancia de Dios como su ciencia son completamente inmutables, por ello lo es también su voluntad[9].



Bibliografía

[1] Catecismo de Ginebra, I, 1-7

[2] Ro. 12:1, RV1960

[3] Juan Calvino, Institución de la Religión Cristiana. (España: Editorial FELIRE. 1999), 26

[4] Clemente de Roma, Epístola a los Corintios, Capitulo XX.

[5] Tomas de Aquino, Suma Teológica Vol I, c22 a.1. (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2001), 268.

[6] Pink, Arthur W. La Soberanía de Dios. Florida: Chapel Library 2021, 20.

[7] Hodge, Charles. Teología Sistemática I. España: Editorial CLIE, 1991,319.

[8] Confesión de Fe de Westminster, FELIRE, II,I, 14.

[9] Aquino, Tomas. Suma Teológica Q.19 a.7, 252.

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